Valle de los Reyes

Valle de los Reyes (Luxor)

Valle de los Reyes (Luxor)

El Valle de los Reyes (en árabe, Uadi Abwāb Al-Muluk (وادي أبواب الملوك): Valle de las Puertas de los Reyes) es una necrópolis del antiguo Egipto, en las cercanías de Luxor, donde se encuentran las tumbas de la mayoría de faraones del Imperio Nuevo (dinastías XVIII, XIX y XX), y de algunos animales. Popularmente era conocido por los egipcios como Ta-sekhet-ma'at (Gran Campo).

Forma parte del conjunto denominado Antigua Tebas con sus necrópolis, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. Se encuentra situado en la zona desértica (Desheret, la «Tierra Roja») de la orilla occidental del Nilo, frente a Tebas (moderna Luxor), en el corazón de la Necrópolis. El valle se compone de dos valles, el Valle Este, donde se encuentran las tumbas enumeradas con el código KV (King's Valley), y el Valle Oeste, con las tumbas designadas con WV (West Valley).

El valle está dominado por la colina con forma de pirámide que los egipcios llamaban Dehenet-Imenet, «la Cima de Occidente», actualmente el-Qurn; allí moraba la diosa cobra Meretseger, "La que ama el silencio", protectora de la necrópolis. Esta pirámide natural y los hipogeos del Valle recuerdan los antiguos enterramientos en las grandes pirámides de Menfis.

Por otra parte, el lugar está místicamente relacionado con los grandes templos de Tebas, en la orilla oriental del Nilo. Trazando una línea recta desde el templo de Karnak hacia el oeste, tras cruzar el río alcanza Deir el-Bahari con el templo de Hatshepsut y finalmente el Valle de los Reyes, materializándose así la dualidad oriente-occidente característica de la cosmología egipcia: el este, lugar del nacimiento del sol, es el asiento de la vida, la «Tierra Negra» fértil (Kemet), territorio de Horus, dios del equilibrio y el orden, creador de la civilización egipcia; por el contrario, el oeste, por donde el sol se pone, es la «Tierra Roja» estéril, desértica, dominio de Seth el señor del inframundo y dios de los muertos.

Orígenes: la Dinastía XVIII

El primer rey conocido que abandonó la necrópolis de Dra Abu el-Naga fue el tercer faraón de la dinastía XVIII, el gran Thutmose I, que, en torno al año 1500 a. C. (gobernó de 1504 a 1492 a. C), encargó a su mano derecha y arquitecto real Ineni la construcción de su tumba en medio del mayor secreto. El propio Ineni se jacta de su eficacia afirmando: nadie me vio, nadie me oyó.

En un principio es posible que se pensase en el Valle de los Reyes como un cementerio familiar, no solo dedicado a los reyes. Prueba de ello son las numerosas tumbas menores, casi todas de tiempos de la dinastía XVIII, en las que sin duda debieron de ser enterrados reinas, príncipes y princesas, así como algunos nobles privilegiados y hasta las mascotas de Amenofis II (perros, monos y aves) Sería solo a partir de la fundación del Valle de las Reinas cuando la cantidad de personajes no reales enterrados en el Valle de los Reyes desciende drásticamente.

Las tumbas de la dinastía XVIII han sido, en su gran mayoría, de las últimas en ser descubiertas. Esto se debe a lo bien que disimularon su entrada los constructores de tumbas, y a los escombros que cayeron en los umbrales con el paso del tiempo y así bloqueando las entradas. Aun así, que se sepa, tan solo dos de ellas (las tumbas 46 y 62, ambas de esta época) mantuvieron todos sus tesoros y ocupantes indemnes y a salvo de saqueadores.

El Valle de los Reyes sufrió en tiempos de esta dinastía algunas tentativas de ser abandonado: se cree que Thutmose II construyó su tumba en otro lugar; Amenhotep III lo hizo en el Valle Occidental, alejándose de la tradición; e incluso Akenatón, al trasladar la capitalidad a Aketatón, su nueva ciudad construida en medio del desierto, diseñó una necrópolis en la moderna Tell el-Amarna. Es posible que omitiendo los motivos religiosos y políticos concernientes a Akenatón, los otros intentos fuesen debido a la aparición de los primeros saqueadores de tumbas, que ni siquiera los soldados reales y las guardias nocturnas podían evitar.

Las dinastías XIX y XX

Sería con las nuevas dinastías cuando el Valle de los Reyes experimentaría un profundo cambio. Las tumbas pasarían a ser de diseño completamente recto (al contrario que las de la dinastía XVIII, donde suelen presentar acodamientos), y su entrada es mucho más fácil de descubrir que la de sus antecesores. Esto provocaría un gran aumento en los robos, y las tumbas ya bien conocidas desde la antigüedad serían precisamente las de esta época.

Pese a que Tebas perdió la capitalidad a favor de Pi-Ramsés, en el Delta del Nilo, los reyes siguieron manteniendo la necrópolis y construyendo sus templos funerarios en la orilla occidental tebana. No obstante, las cosas estaban cambiando, y los monarcas cada vez se desentendían más de la antigua capital y los sacerdotes de Amón iban adquiriendo el control. A la par, Egipto se estaba debilitando, y el hambre y la pobreza comenzaban a hacer su aparición en las clases populares.

La incapacidad de muchos faraones, las tensiones con los sacerdotes y miembros de la nobleza local, el peligro de una invasión, así como la carestía acabarían por colapsar el Imperio Nuevo en el reinado del último gran faraón, Ramsés III. Fue entonces cuando se tuvo noticias de la primera huelga conocida de la Historia Universal, cuando los constructores de tumbas exigieron más comida y un salario mejor.

Los siguientes faraones de la dinastía XX, hasta Ramsés XI, poco o nada hicieron por cambiar la situación. Tebas se asfixiaba, y los temores que se preveían ya desde hacía siglos, se hicieron realidad: el Sumo Sacerdote de Amón se autoproclamó autónomo y, como un verdadero rey sin corona, se escindió del norte del país. Ramsés XI, que estaba construyendo su tumba en el Valle de los Reyes, nunca llegó a ocuparla. Tanto la necrópolis real como el Imperio Nuevo habían desaparecido, 430 años después del reinado de Thutmose I.

El olvido

Los reyes de la dinastía XXI trasladaron la capital a Tanis, abandonando Tebas y dejando el Alto Egipto bajo el control de los Sumos sacerdotes de Amón, y el principal problema que tuvieron que atajar fue el de los ladrones de tumbas. La inestable situación del país, que ya nunca más volvería a ser un gran imperio, estaba provocando que bandas, cada vez más agresivas y menos temerosas de los castigos que pesaban sobre los saqueadores, robasen las tumbas y destrozaran las momias. El escándalo era tal que incluso había miembros de la administración local implicados en el robo de tumbas.

La prioridad era proteger la necrópolis más importante, el Valle de los Reyes, y así se hizo. El Sumo Sacerdote de Amón Pinedyem II ordenó trasladar las momias reales de sus tumbas a varios escondrijos para ponerlas a salvo. Ignoramos cuántos de estos escondrijos hubo, pero se han encontrado dos depósitos, en los que se hallaron las momias de casi todos los faraones del Imperio Nuevo, de algunos Sumos Sacerdotes, y de varios familiares. Estos hallazgos tan valiosos se produjeron en la tumba número DB320 de Deir el-Bahari y en la 35 del propio Valle de los Reyes.

Redescubrimiento

Varias tumbas del Valle de los Reyes permanecieron abiertas desde la Antigüedad. Estas serían objeto de visita por parte de turistas griegos y romanos, que no dudaron en inscribir sus nombres en las salas de tales tumbas, e incluso luego los cristianos habitarían en ellas, en el caso de algunos ermitaños coptos. Sería con la conquista de los musulmanes cuando el valle se sumió en el silencio, pues estos directamente lo ignoraron, considerándolo algo ajeno e innecesario.

Muy pocos viajeros europeos harían aparición en el Valle hasta la llegada de la expedición francesa de Napoleón en 1799, cuyo grupo de historiadores exploraría y cartografiaría el lugar por primera vez e incluso identificaría algunas tumbas que permanecían olvidadas, como la de Amenhotep III.

Poco después llegarían otros como Belzoni, Champollion, Lepsius, Maspero y Carter, entre muchos otros. A largo de todo el y comienzos del comenzaban a descubrirse algunas tumbas reales y numerosos pozos funerarios que acrecentaban cada vez más el interés por la necrópolis y por Egipto en general. El hallazgo de tumbas tan bellas como las de Sethy I u Horemheb, de los escondrijos de las momias reales, o de la misteriosa tumba 55 crearon una verdadera fiebre en la que varios arqueólogos y acaudalados coleccionistas competían por el mejor hallazgo.

Sería en 1922 cuando el Valle de los Reyes desvelara su secreto mejor guardado, la celebérrima tumba de Tutankamón, el rey-niño de la dinastía XVIII. Llena de tesoros jamás soñados, es sin competidor posible, el hallazgo más importante de la arqueología del , y el comienzo de la egiptomanía que aún se siente en la sociedad. Pero no sería el fin del Valle de los Reyes: aunque ya es muy improbable la existencia de una tumba de esas características escondida en el valle (sobre todo porque ya han sido hallados casi todos los faraones), comienza la labor documental. Ya no se excava en busca de tesoros, sino de información.

El Valle hoy

El presente del Valle de los Reyes es el desescombro de algunas tumbas y el redescubrimiento de algunas que se han vuelto a perder desde el . Actualmente se están produciendo labores de restauración así como de facilitar el acceso a los turistas al lugar. No todas las tumbas están abiertas al público, pero sí las que despiertan mayor interés por sus bellísimas pinturas. Los sepulcros que más están dando que hablar hoy en día son, con diferencia, tres en especial.

  • La tumba 5, que está siendo desescombrada, podría ser la más grande de todo el Valle. Las últimas investigaciones, así como el hallazgo de algunos cuerpos, parecen indicar que allí pudieron ser enterrados gran parte de los más de ciento cincuenta hijos del faraón Ramsés II el Grande, lo que le convertiría en la tumba colectiva más grande del mundo.
  • La tumba 55, que aunque ya no tiene ningún secreto que mostrar, despertó el interés mucho tiempo, ya que se ignoraba la identidad del cuerpo ha…
Texto obtenido de Wikipedia - Valle de los Reyes bajo la licencia CC-BY-SA-3.0 el 17 abril 2023

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